domingo, 22 de marzo de 2009

Otro atardecer en Atitlán


Esta es otra foto de un atardecer en el Lago de Atitlán, Sololá en Guatemala, es una vista que obliga a inspirarse... ¿No lo creen?

jueves, 12 de marzo de 2009

Un Día como Cualquiera

Son las cuatro de la mañana, me despierto con ese chirrido del despertador que he colocado convenientemente lejos de mi cama para forzosamente levantarme a apagar el infernal ruido. Cansado del trabajo del día anterior y lo poco dormido, debido a los disparos de la juerga de mi vecino la noche anterior, me dispongo a enfilarme hacia el baño. Lo hago a obscuras para no despertar a mi esposa que duerme como piedra y pienso “ojala yo pudiera dormir así”. Ella también trabaja hasta tarde en la escuela de agricultura estatal, otro calvario.

Enciendo la luz del baño, trato de ver la cara que tengo -que por cierto aun tienen marcas de almohada- noto una cana nueva, me digo a mi mismo, “esta no la tenía ayer”. En fin, trato de despejarme para prepararme a la espantosa y nunca agradable ducha fría, lo único que me pone de pie y me despabila totalmente. Al salir, me percato que no he entrado la toalla y reniego de mi olvido, trato de quitarme el exceso de agua, me pongo las pantuflas, que otra vez se tendrán que mojar debido a mis constantes olvidos y me enfilo hacia la puerta del patio, a traer la bendita toalla, regreso al baño para la rutina de acicalamiento diario; rasurarse, peinarse, lavarse los dientes, la colonia que nunca falta y el desodorante; enfilo al cuarto de huéspedes, el cual he convertido en cuartel general en donde tengo mis libros y donde se maquinan todas las acciones matinales, entre libros y la ropa a utilizar para ir al trabajo, lo cual tengo que disponer en ese lugar la noche anterior para no hacer ruido, no quiero despertar a la fiera.

Veo el reloj, las cinco menos cuarto, me doy cuenta de que me quedan diez minutos para cambiarme y tratar de salir a hacer la cola para tomar el bus y hacer el recorrido hasta mi lugar de trabajo, me cambio como puedo, tomo la corbata y la guardo dentro de mi maletín; amigo inseparable que me acompaña en todas mis jornadas ya sea de trabajo o de ocio, y que cumple el propósito de una bolsa para esconder mis efectos personales, valores y el o los libros que toca turno para despistar a los carteristas y otros parásitos sociales que rondan las calles y los buses; en fin, me despido de mi esposa con un beso y ella alcanza a balbucear un “te quiero y feliz día” y me marcho.

A veces pienso que esta rutina tarde o temprano me pasará la factura. Levantarme tan temprano, salir todavía oscuro y regresar igual de noche, horas de estrés y locura. Tantas horas fuera de casa y lejos de mi hogar, mi esposa, mis perros y mis pasatiempos. El consuelo de los tontos, esperar la inalcanzable jubilación, para después deprimirme por ello, por sentirme improductivo....

jueves, 5 de marzo de 2009

Atardecer en Atitlán


Un espectacular atardecer desde Panajachel del Lago de Atitlán, Sololá, Guatemala... que más se puede expresar, es mejor contemplar...

miércoles, 4 de marzo de 2009

Historia del Café Soluble o Instantáneo


Existen muchas historias al respecto del nacimiento del café soluble o instantáneo pero como Guatemalteco me gusta narrar esta que comparto con ustedes a continuación:

LEHNHOFF WYLD, FEDERICO (1871 - 1932)


Doctor en Medicina e inventor del café soluble o instantáneo. Nació en la ciudad de Guatemala, el 9 de mayo de 1871, en el seno del hogar formado por Eduardo Lehnhoff Waack y Dolores Wyld Quiñónez. A los 10 años viajó a Dresden (Alemania), donde estudió el bachillerato. Estudió medicina en las universidades de Guatemala y Berlín (Alemania). Cuando se encontraba en Berlín en su calidad de corresponsal de la revista La Escuela de Medicina, informó acerca del descubrimiento de los Rayos X, realizado por Roentgen en 1895, siendo así, el primer periodista científico de Guatemala. Fueron notables sus trabajos sobre enfermedades tropicales y, en particular, los relativos a la invención de medicamentos, entre ellos, el sulfacenol y una preparación contra el paludismo. Alrededor de 1909, mientras se encontraba leyendo en el jardín de su casa olvidó beber una taza de café, la cual quedó abandonada en el lugar. Días más tarde, al encontrarla, reparó en el hecho de que en el fondo del recipiente sólo quedaban residuos en forma de un polvo oscuro. La curiosidad científica lo indujo a verter agua hirviendo sobre esa sustancia y observó cómo se convertía en una nueva taza de café, con las mismas características de color, aroma y sabor. Este hallazgo lo llevó a inventar un procedimiento para la deshidratación de la bebida y, a finales de 1911, fundó, con Eduardo Tallien de Cabarrús, la sociedad que denominó Lehnhoff, Cabarrús y Cía. Ltda. Esta empresa patentó la marca del “Café Soluble” y la registro en varios países europeos y en Estados Unidos de América. Tres años después estableció, en Francia, la Société du Café Soluble Belna. Ese mismo año, esta empresa obtuvo medalla de oro en la Exposición Universal de Gante (Bélgica), por la alta calidad del Café Soluble “Belna” (denominación conformada por la unión de las últimas silabas de los respectivos nombres propios de las esposas de los socios: Isabel Wyld Viteri de Lehnhoff y Susana Piñol y Batres de Cabarrús). En sus primeros años, la producción y venta del café instantáneo fue sumamente exitosa; sin embargo, los efectos adversos de la Primera Guerra Mundial provocaron el cierre de la compañía. No fue sino hasta 1939, que importantes fabricantes de productos alimenticios, interesados en comercializar el invento, descubrieron un método alterno para la elaboración del café soluble y, durante la Segunda Guerra Mundial, lanzaron éste al mercado, con el propósito de que los soldados pudieran beberlo con comodidad. Lehnhoff falleció en Saint Cloud (París, Francia), el 8 de diciembre de 1932, y sus restos yacen en el Cementerio de Boulogne sur Seine.


Fuente: Diccionario de la Enciclopedia de la Historia de Guatemala de la Asociación de Amigos del País.